Después de varias generaciones cuidando la tierra y de toda una vida elaborando vino, no solo maduran nuestros vinos, también madura la esencia de lo que somos y toma cuerpo el resultado del trabajo y la pasión por la viticultura, con la mirada siempre puesta en aquello que dejamos a los que vienen detrás.
Es una forma de vida, un legado de tres generaciones dedicadas en cuerpo y alma a amar el campo y la bodega, a cuidar la tierra y su fruto. Es la herencia de la Monastrell, un legado familiar.
Desde 1850, nuestra familia ha hecho vino en Yecla. Desde 1925, esta bodega ha seguido la tradición de una familia, renovándose y respetando el origen y la esencia de los artesanos del vino y el valor de las raíces que ya son profundas en esta tierra.
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